Marcelo Pérez Pérez | Profesor de Filosofía. Magister en Educación mención Curriculum y Comunidad Educativa


Profesor de Filosofía. Magister en Educación mención Curriculum y Comunidad Educativa.

Participación democrática y escuela: un desafío en el actual contexto social

Desde que Chile se convirtiera en un experimento del neoliberalismo por allá por los años ochentas del siglo pasado, la dictadura cívico-militar instaló un modelo que desbordó el plano económico y terminó permeando la cotidianidad y la subjetividad de las personas, llegando a establecer un régimen social de vida.

Este proceso se constituyó desde todos los flancos sociales, incluyendo a la educación. La educación se constituye así en un escenario de socialización política donde se incuba la nueva subjetividad neoliberal, produciendo un cierto tipo de modo de vida, de relaciones sociales, de imaginario social que cimenta una subjetividad determinada por las lógicas del mercado y su razón neoliberal.

 

Combatir la idiotez, el individualismo y las lógicas de competición se instala como parte de las pugnas, luchas y contradicciones que la escuela debe asumir para la construcción de una sociedad realmente democrática y participativa.

 

La misión es formar para dejar de ser idiotas. “Idiota” deriva de ιδιωτης (idiotez) cuya raíz griega ἴδιος (idios) hace referencia a lo privado y a lo propio. Así, en el sentido etimológico del término un idiota es alguien que solo se preocupa de lo privado, es decir, de lo suyo, y que ignora o desprecia lo público, por lo tanto, el espacio democrático.

 

Uno de los objetivos de la educación, es la preparación para la incorporación a la vida laboral. Esto plantea un problema práctico pues no sólo se requiere, para insertarse eficientemente en el mundo del trabajo, el manejo de un cuerpo de conocimientos, conceptos, destrezas y capacidades, sino además formación de disposiciones, actitudes, intereses y pautas de comportamiento que propicien esa incorporación al mundo social, cumpliendo y satisfaciendo las demandas económicas.

 

“Cuando se es más joven uno tiene la necesidad de ser escuchado”. Estudiante de la Escuela Provincia de Chiloé

 

El otro objetivo, es la formación ciudadana, de modo de preparar a los sujetos para la intervención en la vida pública. En este sentido la educación cobra un nuevo significado, en cuanto sostiene estrechos vínculos con la vida política.

 

“En los períodos de crisis social y económica, la escuela tiende a volcarse en los problemas de integración social y de formación moral y cívica, mientras que en los momentos de tranquilidad social y bienestar las preocupaciones se dirigen hacia el aprendizaje de contenidos científicos”. Juan Delval

 

Es en la educación donde se fecunda e incuba la participación política y social, un lugar donde no caben los idiotas.

 

Hacer notar esta doble finalidad de la educación es importante pues aquí yace una suerte de contradicción. Por un lado, la preparación para la vida pública en una sociedad que se dice, se encuentra y se representa como democrática y por otro, las salvajes formas de procedimientos instaladas por el mercado, a saber, estructuras rígidas y jerárquicas de relaciones laborales, de aumento de la brecha y de la diferenciación entre individuos y grupos sociales, de debilitamiento de la cohesión social, de sometimiento a las normas que configuran la estabilidad, etc.

 

Esta disonancia se puede apreciar en las formas operativas de la escuela. En la escuela es en donde circulan una serie de discursos y prácticas, ritos, rutinas, normas y costumbres que se cristalizan y desarrollan en el ámbito institucional escolar y que por lo tanto curricularmente, forman parte del entramado que forma a los que la habitan.

Aún así este complejo artificio de formación y socialización cuenta con formas de enfrentamiento que permiten desarrollar distintos subterfugios que permiten instalar la fisura en los procesos de aprendizaje pretendidos, permitiendo que se levanten efectos contrarios a lo explícita o implícitamente expuesto como logro. Muchas veces existe una cierta ignorancia en los complejos y escurridizos procesos subterráneos que también forman parte de este entrecruce de representaciones y significados de la cultura escolar.

 

La institución escolar tiene puntos ciegos que son copados por los estudiantes de un modo lúcido, astuto y desafiante, produciendo una verdadera oposición de significados con la que debe lidiar a diario el proceso de socialización instalado en y desde la institución escolar.

 

Sumado a ello es que la reinterpretación curricular por parte de docentes comprometidos con sus estudiantes y con su contexto social, político y cultural resulta relevante para poder establecer procesos de aprendizaje que converjan hacia propósitos compartidos y colectivos. Procesos que permitan la cooperación y colaboración para dar cara a los problemas sociales realmente relevantes, desde la pertinencia, la contextualización y que conceda el cruce dialéctico entre la teoría y la praxis. Esta forma de entender la pedagogía se posiciona desde la disputa con los saberes hegemónicos e instala interrogantes que permiten comprender y hacer conciencia de prácticas no democráticas de/en la escuela.

 

Las experiencias que se presentan en esta edición consideran la posibilidad de levantar sentidos compartidos, hacen presente mecanismos de participación y colaboración, reconocen al otro como sujeto de derechos, se abren a la multiplicidad de posibilidades que da el ejercicio pedagógico, inicia procesos de concientización por medio de la participación activa, incentiva el protagonismo experiencial del aprender y culmina con el ejercicio metacognitivo de lo vivenciado como experiencia pedagógica.