Tiempo libre, salud mental y educación : recomendaciones de una psicóloga para aprovechar estas vacaciones diferentes


«Aprovechar de hacer una pausa y explorar actividades placenteras que puedan ser incluidas en una rutina posterior. Y dentro de esto, liberarse de responsabilidades académicas, al menos por una semana completa, resulta crucial.»

En un año regular, las vacaciones de invierno y de verano cumplen una función vital en cuanto a favorecer períodos de tiempo de descanso –de la rutina de estudio– y de libre esparcimiento para las y los estudiantes. Por lo tanto, cabe preguntarse también el por qué los períodos de descanso y, yendo más allá, de ocio son elementos importantes de considerar dentro del proceso educativo. 

En esta entrevista, Katherine Vásquez Matus, psicóloga del Liceo José de San Martín nos explica la importancia de este periodo y cómo aprovecharlo para nuestro bienestar emocional

¿Cuál es la importancia de las vacaciones en el proceso educativo?

Podemos partir señalando que el descanso es un derecho reconocido por la Convención Internacional de los Derechos del Niño, equivalente en importancia a derechos como la nutrición, la salud, la vivienda y la educación. Y esto tiene que ver con que, más allá de la protección de un tiempo libre de responsabilidad estudiantil, lo que verdaderamente importa es lo que en ese período de tiempo ocurre, con el desarrollo del ocio, que tiene que ver directamente con el desarrollo personal y social de nuestros niños, niñas y adolescentes. 

El ocio, podemos entenderlo, lejos de la inmovilidad, como la oportunidad de los seres humanos para activar y desarrollar en todas sus facultades la experiencia humana. Vivencias valiosas para el desarrollo libre y satisfactorio de las personas (1.Caride, 2014). Desde esta perspectiva, el rol de la educación es indiscutible, no sólo en facilitar los tiempos de ocio, sino que también –y mucho más importante– en el desarrollo de valores, actitudes, conocimientos y habilidades que le permitan a los niños, niñas y adolescentes desarrollar actividades de ocio significativas para su desarrollo integral. En definitiva, se trata de reconocer el ocio, que se desarrolla en tiempos de vacaciones, o receso, como un espacio de aprendizaje autónomo también. Y hay aquí un desafío importante en nuestra labor educativa y socioeducativa, principalmente en estos tiempos de crisis. 

Entendiendo que el periodo de vacaciones de invierno se desarrolla en tiempos de cuarentena en varios sectores y las limitaciones de hacer actividades al aire libre ¿Qué  actividades o actitudes recomiendas para cuidar la salud mental? 

Considerando el contexto de crisis sanitaria que estamos atravesando, es importante reconocer que este no es un período de vacaciones “normal”, dado que muchas de las cosas que podíamos hacer en el exterior no serán posibles. Más bien, me parece pertinente considerarlo un período de regeneración mental y emocional, a través del desarrollo del ocio. Aprovechar de hacer una pausa y explorar actividades placenteras que puedan ser incluidas en una rutina posterior. Y dentro de esto, liberarse de responsabilidades académicas, al menos por una semana completa, resulta crucial.

En medios de comunicación se transmite emociones angustiantes que podrían limitar el desarrollo significativo del ocio, por eso es relevante la mediación de padres, madres y cuidadores es importantísimo en cuanto al dialogo e interacción cotidiana.  Y ojo, que esta mediación familiar es importante tanto para niños/as como adolescentes y que pueda ser complementada y/o enriquecida con el quehacer de las comunidades educativas. 

Para poner en practica 

1.- Observación emocional. Promover este ejercicio preguntándonse ¿Cómo me siento? ¿Qué emociones han surgido en mi? ¿Qué motivos las pudieron haber gatillado? y buscar en conjunto alternativas más  adaptativas.

2.- Abrirse a la exploración de actividades de ocio. Una vez reconocidas las emociones hay que evaluar las actividades posibles dentro del espacio inmediato del hogar:  las actividades domésticas (cocinar, hacer aseo, ordenar), objetos a reparar, rediseñar, reciclar, materiales que puedan ser usados para actividades de esparcimiento (jugar, leer, escribir, dibujar, pintar, componer o escuchar música, etc), o bien investigar de forma libre sobre temas o áreas de su interés personal en internet o textos de estudios. Aventurarse a realizar aquellas que ya saben que son de su agrado o a aquellas que les llama la atención, pero nunca han hecho. En un período como éste, aquellas actividades relacionadas al ejercicio físico y las artes son una excelente opción. 

Es importante que estas actividades sean voluntarias, lúdicas, escogidas  libremente y que generen placer en si mismas y no por una recompensa.  En el caso de los niños esto se les puede dar de forma más fácil o natural. En el caso de los adolescentes, tal vez sea bueno darles un «empujoncito» pidiéndoles ayuda con algo o dándoles ideas. Siempre en un ánimo de motivar, nunca de presionar. 

3.- Ojo con la hiperconexión digital.  Considerando el contexto, plantearía  una postura más abierta, a modo de aprovechar de buena forma el acceso a la cultura y la comunicación que favorecen estos medios. Más que preocuparnos por el uso del objeto mismo, invito a preocuparnos del cómo se esta usando.  Los más pequeños deben estar acompañados  por un adulto, que  dialogue e interactúe respecto de lo que se ve, y que nunca predomine por sobre el juego físico. En  adolescentes, que en lo posible su uso sea para interactuar con otros (redes sociales o  juegos en línea). 

¿Qué es lo recomendable hacer durante este periodo de receso, pensando en un retorno paulatino a clases presenciales?

Es importante mantener las rutinas de orden vital. Es decir, las rutinas de sueño, de higiene y de alimentación. En un período de vacaciones “normales” estas rutinas suelen flexibilizarse bastante, sin embargo, la predictibilidad de la rutina escolar presencial rápidamente vuelve a ajustarlas. Como no es el caso actual, es recomendable que se mantengan estas rutinas lo más estable posible, dado que inciden directamente en el estado anímico, relacional y de disposición al estudio. 

Se debieran mantener las horas de sueño de acuerdo a la edad (9-12 horas de 6 a 12 años, y 8-10 horas de 13 a 18 años, aproximadamente). Practicar rutinas de higiene del sueño que preparen al cuerpo para un descanso de calidad, previniendo el insomnio. Esto involucra dejar el uso de las pantallas una o dos horas antes de dormir. No consumir alimentos estimulantes en la noche. Acostarse sólo cuando realmente se dispongan a dormir y no antes. 

Para iniciar el día, idealmente levantarse no más allá de las 10 de la mañana, dedicar tiempo a la higiene y cuidado corporal: ducharse, vestirse, peinarse como si se fuera a salir. Esto permite marcar claramente el inicio del día e incluso favorece la motivación. Evitar quedarse con pijama todo el día, pues predispone al cuerpo a un estado más sedentario o inmóvil que no favorece el estado anímico, principalmente en contextos de encierro. 

En cuanto a la alimentación, mantener las 3 comidas al día (desayuno, almuerzo, cena) en horarios establecidos y predecibles. Colaciones livianas y saludables. Siempre es bienvenido algún gusto especial ocasional, cuando sea posible. 

Finalmente, y no menos importante, motivar a que estas actividades, y otras, sean aprovechadas como un momento para compartir en familia, si los tiempos de trabajo lo permiten. Acompañarlas con temas de conversación constructivos que sean de interés para todas y todos (adultos y niños) y que se desprendan de las tensiones de la contingencia nacional.

En momentos de distanciamiento social, la comunicación e interacción familiar, como medio de apoyo y contención emocional, hoy más que nunca son fundamentales. 

Referencias: 
Caride, J. (junio de 2014). Del ocio como educación social a la pedagogía del ocio en el desarrollo humano. EDETANIA, 33-35.